Se puede establecer cierto paralelismo entre el –reconocible- sonido de la banda de Brooklyn y el trabajo gráfico que ilustra portada e interior de su nuevo disco, obra de su guitarrista Andrew Savage: confrontación de línea clara con quebrados perfiles que dan forma a rostros y formas humanas. Así mismo, su siempre excitante propuesta, que con el presente llega a octavo capítulo, conjuga los exabruptos más fácilmente reconocibles que los ligan con el underground yankee de los noventa con aportaciones sonoras que se salen de lo previsible. Tal mixtura sin duda despistará a los defensores del pensamiento único, aquellos que no esperan si no más de lo mismo, como lo ha hecho con parte de la crítica musical, a la que tienen desubicada en su zigzagueante discurso. La recompensa en este caso está destinada para aquellos, que, sin ideas preconcebidas, disfruten de otro sólido paso que sitúa al cuarteto como el más creíble representante del sonido neoyorkino, en este caso de la mano de una porción de temas que reafirman el nervioso sonido que patentaron en el efervescente Light Up Gold (Dull Tools, 2.012), saldan deudas con el hardcore que encunó sus primeros pasos con “Total Football”, y reabren vías impregnadas de esencias negras, ya reivindicados en el anterior y ninguneado Milano, en “Back To Earth” y sobre todo en la muy bailable “Wide Awake”, imparable en su ritmo adornada por, toma ya, toques cariocas.

Autor: Pablo Borrero