Conciertos

 

09-03-2010

The Movements. Planta Baja, Granada


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Lo tenían difícil para llenar el Planta Baja. A la misma hora, más de una decena de bandas de rock nacionales y foráneas actuaban en diversas salas de Granada. The Movements se beneficiaron de la gratuidad de su concierto y del sugerente subtítulo del cartel: “garaje-rock psicodélico desde Suecia”. Para los iletrados en la materia, el espectáculo que ofrecieron los de Göteborg resultó una gratísima sorpresa. Todo un hallazgo de los que despiertan el espíritu de coleccionista, como se comprobó con la posterior venta de ejemplares tanto de siete pulgadas como de su nuevo largo, el ambicioso ‘The world, the flesh and the devil’. Trabajo, por cierto, producido por Björn Olsson, responsable del sonido de sus vecinos Mando Diao.

En cambio, el público rutero estaba dividido entre los que ven en The Movements a uno de los grupos más en forma del rock’ n’ roll europeo y los que reducen el asunto a un mero “son del montón”. Sin quitar ni dar razones, nadie discutió la solvencia de su directo. Ahí convencen a cualquiera. No en vano, el quinteto arrastra una década de kilometraje, grabaciones y militancia en la prestigiosa etiqueta Alleycat Records. Brioso, comunicativo y recuperado al fin de sus problemas de salud, el vocalista David Henriksson mostró un amplio ramillete de registros. Desde los clásicos berridos garajeros hasta ciertas cotas de dramatismo morrisiano. Y la referencia de los Doors va más allá, porque la Farfisa a todo trapo de Gustaf Gimstedt cobra en vivo un protagonismo absoluto. Esmalte incendiario que conduce al pecado como la manzana bíblica.

Suponemos que, por motivos económicos, no realizan esta gira europea con la tropa de metales, cuerdas y vientos con la que aumentan la profundidad de campo de sus últimas canciones. Y nadie los echa de menos, la verdad. A ellos, como a Rudi Protudi, se les prefiere en formato esquelético. Recordando ese garaje añejo de barniz en las teclas que tan bien funciona cuando las composiciones se sostienen por sí solas. Cada día más parecido a Johnny Rotten, Henriksson se entregó y pisó el acelerador en los momentos bajos. Así funciona: si el ambiente decae, él abandona el escenario, camina entre los asistentes, se sube a la barra e inquiere a la audiencia con sus ojos enajenados.

¿Y los temas recientes? Sublimes. La épica contenida –y cercana a Led Zeppelin por instantes– de ‘Underdog’; el proto-punk acendrado de ‘No such thing’; medios tiempos hipnóticos como ‘The fun ain’t for free’ –cualquiera diría que se han empollado con minuciosidad a Sex Museum y a los Who– o ‘Save me’; y su gran faceta, la electrizante, en ‘Approximately 24 hours’. Títulos de estira y encoje. No le hacen ascos al kraut alemán, aunque las intenciones se quedan útiles recursos elásticos para jugar con la climatología del show. Y lo mejor, que siempre transmiten animosidad y entidad propia.  

Autor: Eduardo Tébar

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