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18-12-2009

Purple Weekend 2009


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“Es necesario que todo cambie, para que todo siga igual”, el Purple Weekend lleva años en los que parece vivir instalado en este lampedusiano lema, a pesar de que todavía algún desnortado se echa las manos a la cabeza y parecen no cuadrarle ciertas cosas del cartel. ¿Dodgy?, bueno, otros años hemos tenido Jeevas, Kula Shaker o Bluetones… ¿Blues Magoos?; la revisitación icónica que otros años correspondía a Zombies, Remains o Pretty Things… ¿Sunday Drivers?, la gente quizás no recuerde actuaciones pasadas de Sidoinie, Deluxe o Lori Meyers… En definitiva el Purple ha seguido en su dinámica habitual de pasadas ediciones, en las que dejó claro que el aspecto mod del festival era sólo uno más de los muchos tintes bajo los que se colorea lo que en realidad es una reivindicación del pop en toda la extensión de la palabra… y como en pasadas ediciones, las críticas y los elogios son exactamente iguales a las de ediciones pasadas. 

Pero lo cierto es que a pesar del aperturismo, el Purple sigue siendo uno de los eventos más personales y característicos de Europa, con un sello marcado y propio… el frío leonés, la generosa gastronomía, la gran oferta hostelera, la calidad de los djs, la distinta cantidad de escenarios con actividades a todas horas… incluso el infame sonido del Pabellón Hispánico contribuye a dotar al Purple de una personalidad propia.   

En esta ocasión fueron cuatro días con sus noches, y como viene siendo habitual en las últimas ediciones (anteriormente se realizaba en Septiembre) coincidiendo con el puente de la Inmaculada y la Constitución. Llegamos el sábado (nos perdimos la jornada del Viernes, pero comprendan que ya tenemos una edad, aunque no lo aparentemos gracias a que tenemos unos retratos en el armario que envejecen por nosotros) y enseguida fuimos imbuidos por el especial ambiente del festival y del vigoroso set de los Tokio Sex Destruction, quienes hubieron de lidiar con serios problemas de sonido que les impidieron el uso del teclado. Ofrecieron ciertos ambientes un tanto experimentales alejándose del garage-soul con el que nos tenían acostumbrados, y con los que no logramos conectar del todo. A estos conciertos de primera hora de la franja siguieron el día siguiente los locales Zabriskie y los catalanes Stay, en unas horas realmente titánicas (una del mediodía) bien para dobletistas, o bien para madrugadores con escaso afán por el trasnoche.   

El grueso de los conciertos volvió a concentrarse en ese demoniaco Pabellón Hispánico, un auténtico caballo de batalla, un lugar insoportable para la práctica de la música en directo, un marco ideal para jugar al balonmano, no para el rock and roll. El problema del sonido se acentúa mucho más cuando no hay una cantidad de gente elevada, en cierta manera la "masa" de gente absorbe el sonido y no se expande tanto rebotando contra esas frías paredes de pabellón deportivo provocando ese exasperante sonido hueco. Por lo tanto los primeros grupos de cada jornada suelen padecer aún mayores problemas debido a que la afluencia de público con las primeras bandas no suele ser demasiado notable. Es difícil realmente como espectador poder apreciar y disfrutar conciertos con estas premisas... pero hay algo que nos resulta tanto o más preocupante, ¿son capaces los músicos de disfrutar ofreciendo su música en esas condiciones? No obstante y a pesar de todo hubo cosas muy reseñables, los Attention, haciendo un juego con su nombre, merecieron mejor atención con su elegante e impecable rythm&blues, pero tuvieron la desgracia de abrir la primera de las noches del Hispánico, Baby Charles cumplieron la cuota negroíde de soul-funk que nunca puede faltar, los Sunday Drivers demostraron un oficio que se han ganado a pulso a base de muchísimo trabajo (cierto es que es una banda que siempre ha tenido a la crítica de cara, pero han sabido trabajarse su calidad intrínseca para llegar hasta donde lo han hecho) y DM3 ofrecieron, en nuestra opinión, el mejor concierto de las jornadas, liderados por un magistral Dom Mariani que siempre es capaz de sacar belleza de su guitarra y cuenta con la baza de unas melodías de poner la piel de gallina. Un personaje que siempre ofrece algo, y quizás el único concierto que pueda perdurar en la memoria junto a los mejores momentos de las últimas ediciones en el citado pabellón (Undertones, Negativos, Outsiders, la primera media hora de los Zombies...), era la cuarta vez que le veía (entre Stems y DM3) y siempre han sido actuaciones memorables. La hermosa Vibeke sufrió las consecuencias de un sonido romo con las guitarras de sus Yum-Yums, a pesar de sus esfuerzos y su buena comunión con el público, y de su estupendo repertorio. Radio Days resultaron una banda demasiado standar dentro del power-pop abusando de versiones y clichés establecidos, Frank Popp no terminó de funcionar en directo con la contundencia que por otro lado si resulta en estudio, Dodgy, como ya hemos dicho, fueron el habitual exponente brit-popero, que en esta ocasión no acabó de cuajar, y los Blues Magoos volvieron a ser ese reverso tenebroso que en ocasiones resulta la, por otro lado necesaria, revisitación de viejas glorias. Lo triste es la sensacion que a veces se produce de que estas bandas han sido capaces, con plena conciencia, de abstraerse de todo lo que significó la explosión pop de los 60, como si realmente toda aquella música maravillosa que hicieron en su día, toda esa imaginería, esa estética impactante, fuera sólo producto de la moda.   

Los conciertos, y pinchadas posteriores, en el Gran Café, son siempre parte de los más grandes momentos del festival. Se trata de un local encuadrado en una de las mejores zonas hosteleras de la ciudad, el Barrio Romántico (cercano al recomendable restaurante de comida mejicana y temática rock&roll llamado Planet Mongogo, por cierto), con un pequeño escenario y una capacidad para un centenar de personas, ideal para conciertos de sangre, sudor y lágrimas y cercanía entre el artista y el público, es decir, conciertos de verdad. En la sala superior se realiza una pequeña fiesta vespertina con pinchadiscos más o menos afines al estilo del festival (para esta cita las labores de demolición sonora fueron encargadas a tres irreverentes gamberros como el Pirsín, Edu Sinner, y El Tigre de Malasia, haciéndose llamar en esta ocasión Funkestein). En esta ocasión las tardes fueron para los asturianos Los Guajes, y dos bandas separadas generacionalmente pero hermanadas en espíritu como Top Models y Blow Up. Separadas generacionalmente, no tanto por la historia de las bandas en si, ya que Top Models apenas cuentan con siete años de vida y tres elepes a sus espaldas, si no por el historial de sus miembros, Pol Folty, de Matamala, y por supuesto, los hermanos Gil, estandartes de la escena modernista nacional desde los tiempos de Brighton 64 y juntos de nuevo en la banda que fundó Ricky en 2002, mientras que por otro lado los jóvenes Blow Up forman la actual punta de lanza del movimiento junto a otras nuevas bandas como Extended Plays o Faith Keepers. Precisamente el pequeño (habitualmente ideal, pero pequeño dentro de un Purple) aforo del local hace que a veces resulte bastante homérico conseguir entrar al café. Con Top Models, tras varios intentos por las dos puertas del local y de lidiar con el portero, conseguimos entrar en una sala absolutamente llena y donde, como suele ser habitual, donde mejor se estaba era en primera fila (ya saben, por muy adelante que se ponga la gente, siempre hay un proverbial respeto a lo que es la primera fila, o digamos vergüenza a estar delante del todo... situación que aprovechamos los que no tenemos vergüenza ni sabemos como se llama), Ricky y Pol presentaban a sus nuevos miembros, la teclista Agnes Monferrer y el nuevo bajista, que como hemos advertido, es nada menos que Albert Gil. Hicieron un buen repaso a sus tres elepes, con momentos álgidos ("Beatiful señoritas", "Be the light"...), hasta que se despidieron con un escueto "nos marchamos, gracias a todos", que en realidad fue el preámbulo a un impresionante set de Brighton 64 que sirvió de bis final... la excitación comenzó con los primeros acordes de "Bola y cadena", siguió con "El mejor cocktail" y alcanzó un orgiástico climax final con "La casa de la bomba", provocando la afonía generalizada, sudor, y pérdida de kilos. Si hasta los bises fue un concierto de notable, acabó siendo de sobresaliente. Blow Up al día siguiente, con un público totalmente entregado (Incluso algunos siguiéndolo desde fuera), y espoleados por la rabia producida de vivir los duros momentos de la perdida de un amigo cercano, se consagraron definitivamente como una rueda a seguir y salieron como unos de los grandes triunfadores, el peldaño que han subido es notable y nos alegramos de ello. Suyo es el futuro y ya el presente.  

Por supuesto, uno de los grandes alicientes una vez más fueron las allnighters, un auténtico lujo y placer poder disfrutar de tanto buen pincha en una gran discoteca y a un sonido atronador (tanto es así que la mayoría hemos vuelto con una afonía tremenda producto de elevar la voz para hacernos entender en medio de la noche), pero sarna con gusto no pica, y hay música que nunca estará lo suficientemente alta. Si los hábitos de Baudelaire le llevaron a la sífilis, me temo que los de muchos de nosotros nos conducirán a una galopante sordera. La posibilidad de tener dos pistas, dos ambientes, propició de nuevo una interesante variedad estilística en la sala superior con Vic Iwanna y Power Pep imbuídos del espíritu "stay free" (vieja lista de correo de yahoogroups que reivindica la ruptura de reglas y dogmas en todos los aspectos de la vida, y por supuesto, en la música), nombre bajo el que se denominaba su pinchada dispararon sin piedad andanadas de pop, power-pop, punk, punk-rock, punk-pop o como quieran llamarlo, que más da, en definitiva, canciones, como nos gusta decir, de las de "puño en alto". Dane Le Style al día siguiente nos hizo sudar con su selecto ryhtm&blues, y la última noche tres activistas locales, Eva Galáctica, Elena Iglesias y Cheto, fueron los encargados de mantener viva la llama, como llevan años haciéndolo en la ciudad de León. En la sala grande, la de abajo, viejos conocidos del festival como Rob Bailey o Cheesy, el debut en el Purple (que no en España) del alemán Stephen Golowka, la burricie sónica bien entendida de Shazzula, los siempre emotivos sets de Alex...  en definitiva tres noches que se transformaron en mañanas, cerrando la discoteca cuando comenzaba a despuntar la mañana, y haciendo honor al vocablo “allnighter” en toda su extensión. 

Tampoco podemos olvidarnos de las exposiciones, que este año trataban sobre los 50 años de la Motown y sobre la escena actual, los mods del siglo XXI. La de la Motown consistía en una recopilación de las portadas de los singles de las series 500 y 5000 editadas en España por el sello de Detroit, expuestas de manera impresa sobre un cartón pluma de color negro, acompañadas de dos salas en las que se proyectaban videos con actuaciones de algunos de los más relevantes artistas del sello. La segunda se trataba de una colección de fotografías realizadas por el alemán afincado en Londres Horst A. Friedrichs durante los últimos diez años, retratando la escena hoy día a través de mods de distintas edades y en distintas situaciones: allnighters, scooter runs, o incluso en estampas hogareñas…  

Esto, a grandes rasgos, fue el Purple que nosotros vimos y disfrutamos, pedimos disculpas al resto de artistas, músicos, pinchadiscos, y todo tipo de gente que conformó el Purple de esta edición y de los que no hacemos referencia en este humilde artículo… el calendario de actividades de este festival es tan inmenso que prácticamente necesitarías desdoblarte en cuatro personas a la vez para poder verlo y disfrutarlo todo y tener además tus necesarias dosis de descanso. 

Particularmente, y a pesar de las críticas más integristas, seguimos alabando la tendencia aperturista y la amplitud de miras del festival. Asimismo pensamos que es digno de alabar que una ciudad como León se implique de una manera tan entusiasta en un proyecto como este, consiguiendo que el Purple Weekend no sean sólo unos conciertos o unas allnighters, si no que realmente la ciudad entera, durante 24 horas al día, sea parte del festival, conseguir meterles en la cabeza a políticos e instituciones que este tipo de acontecimientos, aparte de todo el hedonismo que conllevan, soportan una carga cultural encima muy importante, con décadas de historia y de activismo, no es fácil, pero la organización del Purple parece haberlo logrado… y por otro lado insistimos en el problema del Pabellón Hispánico como punto negro a mejorar.  

Por lo demás, larga vida al Purple Weekend, y que nosotros lo veamos.   

FOTOGRAFÍA: Felipe Hernandez

Autor: Pepe Kubrick & Felipe Hernandez

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