Opinión

 

23-07-2009

Opinión Invitada; Joan S. Luna


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Joan S. Luna ejerce de crítico musical al frente de la redacción de la revista mensual gratuita MondoSonoro y escribe sobre cómics de vez en cuando, además de haber colaborado en un sinfín de medios especializados. En breve publicará su primer libro, “Los colores del underground”, que gira en torno al surrealismo pop.

Echando la vista atrás me resulta sencillo extraer conclusiones sobre mi capacidad por saltar de un género musical a otro sin apenas darme cuenta: la educación que recibí en casa. Cuando era pequeño, mi padre solía escuchar discos de lo más variado en una misma tarde. Pasaba de Fania All Stars a James Brown en un suspiro, de Sweet a Ohio Players en un abrir y cerrar de ojos, de Louis Prima o Perez Prado a La Trinca sin inmutarse lo más mínimo. Quizás por ello, a mis trece años aproximadamente –corría el año 1981, diría yo- tan pronto disfrutaba de Black Sabbath, Kiss o Mötley Crüe como de Spandau Ballet, Visage, Flash And The Pan o Fischer Z. Me gastaba absolutamente todos mis modestos ingresos en vinilos o cintas de casete.

 

Con el tiempo las cosas fueron cambiando por lo que respecta a géneros musicales, pero la empanada mental y estilística continuó. Se sumaron casi todos los géneros musicales habidos y por haber (costó que entrase en el reggae o el dub, eso es cierto, aunque sigo sin prestarle demasiada atención) y las bandas estatales. Mi alma se enriqueció, pero mi economía se resiente, y mucho, desde entonces.

En cuanto a conciertos, el primero fue Black Sabbath en la Plaza de Toros Monumental de Barcelona, en septiembre de 1983. Lo sorprendente es que, por aquellos días, Ian Gillan (Deep Purple) era el vocalista y la banda interpretó “Smoke On The Water” en uno de los momentos más psicotrónicos a los que he asistido en toda mi vida como aficionado. El segundo fue apenas dos meses más tarde. Pude ver mi banda favorita de juventud, Kiss, en su primera visita a España y sin maquillaje.

Autor: Joan S. Luna

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