Conciertos

 

09-07-2013

Festival Cruïlla. Parc del Fòrum. Barcelona.


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El Parc del Fòrum se llenó de nuevo con la música del Cruïlla, un festival como ningún otro en la ciudad. Con un cartel esmerado y atractivo, con grandes nombres y pequeños también, grandes descubrimientos, variedad de estilos y un precio más que asequible. Se nota cuando se cuida al público y en su selección el Cruïlla lo hace, porque sabe que tiene un público variado al que le puede gustar una leyenda jamaicana como Ernest Ranglin o la propuesta más popera de los ingleses Suede o el combativo Billy Bragg. Hay espacio para todos.

Viernes 5 de julio

 

La tarde empezó en el Parc del Fòrum con música de casa, una de las apuestas del festival, que  siempre da cabida a grupos de aquí. El petit de Cal Eril arrancaba motores con su mezcla entre cançó popular y folk-rock acústico en la carpa pequeña abarrotada. Tras ellos, mientras Ernest Ranglin rasgaba su guitarra, un maestro creador del sonido ska, la americana Catpower sufría y nos hacía sufrir en el escenario Deezer. Es duro ver a alguien así sobre el escenario, una persona llena de inseguridades y que no se siente para nada cómoda cantando en directo, no es la sensación que uno espera recibir en un concierto. Hay artistas frágiles y tocados que aún así se suben al escenario y se les queda pequeño. Desgraciadamente no es el caso de Chan Marshall que ofreció un concierto decepcionante. Una lástima.

No se puede decir lo mismo del impresionante Rufus Wainwright. Uno de esos artistas que amas u odias, en ambos casos no se puede negar que es un músico completo, un genio. Se enfrentaba al calor sofocante, al público que no paraba de hablar y a un androide cámara volador que no paraba de hacer ruido. Y lo hacía sólo ante el peligro, acompañado únicamente con una acústica y un piano, y por su puesto, con su voz. Cuando canta Rufus tiene esa capacidad de emocionar que echábamos en falta en Catpower, de cantar hasta hacer brotar emociones y lágrimas si hace falta. Es divertido, tiene presencia y estilo, se lo pasa bien sobre el escenario, hace que la gente se lo pase bien, se ríe y sabe reírse incluso de sí mismo, sabe estar encima de un escenario y si tiene inseguridades no se le ven por ningún lado. Con un recorrido por su discografía apabullante lleno de clásicos como “Vibrate”, una “The Art Teacher” que nos puso la piel de gallina o “Cigarettes and Chocolate Milk” que cerró un concierto espectacular, del que se podría haber disfrutado mejor en una sala, donde seguramente la gente habría sido más respetuosa. Incluso Rufus tuvo que pedir silencio. No puede ser que las hordas del bla, bla, bla nos fastidien un concierto.

Tras Rufus llegó el turno de Billy Bragg. Combativo y salvaje, lo mismo te canta una canción country que un punk rock salvaje sin desmelenarse. Bailamos y cantamos hasta desgañitarnos. Sonaron por supuesto sus clásicos pero también alguna versión del maestro Woody Guthrie que siempre ha guiado sus pasos como “All you fascist” o “California Stars” o el “Dead flowers” de los Stones y temas de su último disco Tooth & Nail. Con una banda detrás de músicos impresionantes que le daban respaldo, aunque en los bises tocó un par de temas solo con su guitarra eléctrica. Cantautor, trovador, luchador y músico por encima de todo. Reivindicativo sobre el escenario, uno de los pocos músicos que cuando dicen las verdades en un concierto no nos sabe a discurso, sino a realidad sincera. Eso si, todo ello regado con el mejor humor inglés. Insuperable.

Los británicos Suede arrasaron en su actuación en el escenario grande. Los festivales están regalándonos grandes conciertos de grupos de los 90 y el retorno de Suede fue uno de ellos. Se han dado cuenta que los que vivimos aquella época somos su público objetivo. Los que nunca pudieron ver a Suede en directo los descubrieron y los que sí, disfrutaron como si nunca se hubieran ido. Están en forma y lo demostraron en uno de los conciertos más coreados del día. Brett Anderson es un animal escénico, se mueve cual felino en la jungla de notas musicales que sus compañeros destilan con sus instrumentos. Guitarras potentes, ritmos desenfrenados y un Anderson dándolo todo e incluso más. Se dejó la piel. “The Beautiful Ones” desató la histeria colectiva de un público extasiado y entregado, en un concierto plagado de sus temas de siempre. Bailamos hasta reventar. Con ganas de verlos de nuevo cuando vuelvan en noviembre.

Lo de Wyclef Jean & The Refugee Camp no tiene nombre. No sé que le pasa a este hombre que desde que Refugees desaparecieron parece que como intérprete no da pie con bola. No es así el caso como productor. Su fracaso como candidato a presidente de Haití puede que le afectara. Su concierto sonó como una orquesta de pueblo revisitando grandes clásicos de Dylan o Bob Marley, entre otros. Cuando tocó el “Knocking on Heaven's Door·” el alma de algunos fanes de Dylan se rompió en pedazos. Los músicos que necesitan una sesión de djs antes de un concierto no son de fiar. Una lástima. Nos quedaba la presentación del nuevo espectáculo de Standstill, Cenit que por lo menos se lo curran y crean su propia música y logran crear atmósferas que la acompañan. La noche aún duraba para los que quisieran bailar al ritmo de Whomadewho, The Suicide of Western Culture o Buraka Son Sistema.

 

 

 

 

Sábado 6 de julio

 

Els Catarres abrían la tarde bajo un sol de justicia, el calor apabullaba, pero sus incondicionales no se dejaron amilanar. Después llegó África de la mano de Tikeh Jah Fakoly, el cantante comprometido y luchador es una leyenda que con su imponente presencia en el escenario se ganó a  los amantes del reggae del festival. Selah Sue fue una de las sorpresas del festival, con una voz potente y desgarrada. La joven cantante belga supo ganarse al público con su garra sobre el escenario. Habrá que seguirle los pasos. Goran Bregovic trajo la fiesta con su Wedding & Funeral Orchestra. 19 músicos en el escenario que convierten cualquier cosa que toquen en un festival de diversión. Momento para bailar con todo el público desenfrenado. Mientras en la carpa, Maïa Vidal encandilaba con su propuesta única, lástima que el sonido y el lugar no le hiciese justicia. Es una voz que hay que seguir, es increíble que una mujer que parece tan frágil en el escenario se convierta en un vendaval de emociones hecha música.

La increíble Rokia Traoré presentaba su nuevo disco Beautiful África, producido por John Parish. La cantante de Malí es una de las grandes voces femeninas de África. Sus directos están llenos de pasión y emoción hipnótica. Rokia sobre el escenario es elegante, dulce, pasional, pura energía, magnética. Su voz encandila y sus movimientos acompasados al ritmo de la música ancestral combinada con sonidos guitarreros y ese ngoni tan africano son la combinación perfecta. La África más tradicional y los sonidos contemporáneos fundidos en uno solo gracias a la magia de Rokia. Su figura delicada y fuerte al mismo tiempo, se mueve sobre el escenario como invadida por la música, que le recorre las venas y sale de su cuerpo para lanzárnosla emocionada. Porque Rokia nos da y mucho en los conciertos y nosotros se lo devolvemos. Es la energía pura de la música que circula entre nosotros y ella. Emoción a flor de piel.

La noche avanzaba y después de bailar al ritmo de los sonidos africanos, nos llegó el rock and roll de Los Mambo Jambo. Es difícil describir con palabras lo que estos cuatro músicos excepcionales son capaces de hacer sobre el escenario. La carpa se les quedó pequeña, llena hasta los topes de lo que a partir de hoy, si no lo eran ya antes, se han convertido en fieles seguidores de Dani Nel·lo, Ivan Kovacevic, Anton Jarl y Mario Cobo. La conjunción de cuatro talentos explosivos que hicieron al público vibrar como nadie. Bailamos hasta caer rendidos a sus pies. Alta tensión y fuego puro mezclados, explosión de música y un público enardecido como si no hubiese mañana. Lo de estos cuatro músicos es de otra galaxia. Si te lo perdiste cometiste un craso error. Uno de los mejores conciertos del festival, sin duda. Cataclismo musical desenfrenado, por ponerle un nombre y para que os hagáis una idea. De órdago y nos quitamos el sombrero.

Después vino el gran triunfador de la noche y del festival, Trombone Shorty y sus Orleans Avenue. El huracán Troy Andrews, con apenas 24 años y tocando desde su más tierna edad, empapándose de la sabiduría del maestro Wynton Marsalis desde que tiene uso de razón. Sonido New Orleans, blues, jazz, soul, funky y mucha marcha. Al trombón o a la trompeta, cantando o bailando, dirigiendo a su banda, que la dirige y muy bien, es un torbellino sobre el escenario. Y lleva una banda de infarto que le acompaña con maestría. Pete Murano a la guitarra, Dan Oestreicher al saxo barítono, Michael Ballard al bajo, Tim Mcfatter al saxo tenor y Joey Peebles a la batería. Nos hicieron bailar y disfrutar. En un lateral del escenario se podía ver a Jordi Herreruela, director del festival disfrutando del concierto. El escenario echaba humo pero el público también. Showman de la cabeza a los pies, músico espectacular desde que tenía apenas 3 años, ya no una promesa sino una estrella consolidada. Trombone Shorty y los suyos nos envolvieron en su huracán, nos atraparon y no nos dejaron salir hasta que terminó la actuación. Extenuados, sabiendo que habíamos visto el mejor concierto del festival.

Iba siendo hora de despedirse del Cruïlla y no se me ocurre una mejor manera de hacerlo que escuchando la irreverente y arriesgada propuesta de Tiger Menja Zebra, una de esas bandas a las que hay que seguir la pista. Presentaban su impresionante primer trabajo Com començar una guerra. Tiger Menja Zebra le gritan al mundo, se desgañitan, transmiten y se dejan la piel. Músicos entregados que le dedican horas y lo que haga falta a su música, propuesta experimental y explosiva donde las haya. Si te dejan indiferente es que no tienes sangre en las venas. Viscerales y potentes. Ya nos podíamos ir tranquilos del festival. Otro Cruïlla más había terminado.

 

Fotos Suede: Pere Masramon

Foto Billy Bragg: Xavi Torrent

 

Autor: Anabel Vélez

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