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10-11-2001

Burgas Beat, una introducción a los inicios del rock en Ourense



A pesar de su apariencia apática e indolente de vieja señora provinciana, o quizá precisamente por eso, bajo la superficie aparentemente inalterable de esta bendita balsa de aceite que llamamos Ourense, siempre ha circulado una pequeña pero continua corriente subterránea relacionada con las más diversas manifestaciones artísticas llamémoslas de “vanguardia”, con todas las comillas que se quieran.

En lo que a uno más le interesa, la música pop o rock o como diablos se le llame esta semana, esa corriente nace justamente al mismo tiempo que en el resto de España, por una vez completamente contemporáneos al resto de habitantes de aquel país aislado y gris que por entonces sufría a regañadientes las ondas expansivas de un imparable terremoto de escala mundial llamado Rock´n´roll, que desde su epicentro en Memphis y Liverpool amenazaba la moralidad biempensante de una sociedad adulta que iba a sucumbir irremisiblemente al empuje de caderas, flequillos y guitarras eléctricas.

Si bien es cierto que a la península apenas llegó el primer y más salvaje rock´n´roll, y que aquí no hubo piras de discos “demoníacos” como en los liberales EEUU, no lo es menos que en el concierto que los Beatles dieron en 1965 en Madrid había policías como para “tomar Gibraltar”, en palabras de Edgar Neville, y que el Nodo montó imágenes previas al concierto de una Plaza de las Ventas vacía junto a las reales de los Beatles sobre el escenario para quitarle importancia al asunto.

¿Qué no le llamarían entonces a aquellos chavales que a principios de los 60 empezaban a aporrear baterías y guitarras eléctricas en un Ourense que posiblemente los viera como marcianos recién bajados de la nave? Porque, por extraño que pueda parecer a cualquier jovenzuelo enrollado de nuestros días, y aunque nadie se haya encargado de contarlo, el rock´n´roll en Ourense existe desde prácticamente los mismos días en que el “Duo Dinámico” instruía a toda una generación en los nuevos ritmos, algo edulcorados en sus voces pero aún así jóvenes y vibrantes al lado de los José Guardiola o Las Hermanas Benítez de la época.

Y lo que aun puede resultar más increíble es que las dos primeras guitarras eléctricas en sonar en nuestra bendita balsa de aceite lo hicieran en un grupo llamado “Los Cramps”. Sí, has oido bien, “Los Cramps”, adelantándose casi veinte años a Lux Interior y Poison Ivy, famosos profanadores de tumbas y reyes del trashabilly. Por si eso fuera poco, un poco más tarde llegaron “Los Murciélagos” y “Los Dráculas”, que llegaron a hacerse una foto promocional ¡en el cementerio y con capas negras!

Quizá ahí esté la semilla de ese característico gusto ourensano por el rock más sucio y canalla, por la línea más gamberra y guitarrera dentro del batiburrillo informe que conforma la música de nuestros días.

Resulta curioso comprobar, con la perspectiva histórica que dan los casi cuarenta años pasados desde entonces, como durante la segunda mitad de los sesenta esta ciudad produjo más discos de rock que ninguna otra en Galicia, quizá con la excepción de los que publicaban Los Tamara.

Nada menos que cuatro grupos consiguieron publicar sus temas, versiones la mayoría, en singles y Eps, cuando resultaba rarísimo que fuera de Madrid, Barcelona, Valencia, Mallorca y pocas capitales más, la marabunta de “conjuntos” que asoló el pais accediera a tan codiciada recompensa.

Bien es verdad que ninguno de ellos logró pasar a la primera división, pero no lo es menos que el pop español de aquellos años abunda en joyas desconocidas para el gran público que una temible e incansable secta de rebuscadores en basureros no se cansa de sacar a la luz. Hace bien poco se podía leer el nombre de “Los Murciélagos” entre una lista de grupos de sonido más o menos garajero publicada en el libro “Sólo para fans” de Gerardo Irles, un repaso muy recomendable a toda aquella época de música tan añorada por muchos y en realidad tan poco conocida por la mayoría.

La chatarrera versión de “Satisfaction” que estos ourensano-ribadavienses grabaron en 1966 es un tesoro del Burgas Beat más trash, increíblemente grabada en un magnetófono de dos pistas en los locales de “La Voz del Miño” con los miembros repartidos, sin verse, por los distintos habitáculos de la emisora, en castellano y sustituyendo el fuzz de las guitarras originales por una reverb espectral.

Demostraban excelente gusto al tranformar el “Keep searchin´” de Del Shanon en “Sigue sigue”, se atrevían con una pieza en italiano y señalaban sus orígenes con un instrumental titulado “Morriña”. Como todos los grupos que mencionaremos a lo largo de estas líneas, merecerían una historia en condiciones. Todo se andará.

“Los Murciélagos” no fueron los primeros. Ese honor corresponde a “Los Cramps”, que a base de canciones de Elvis Presley prendieron una mecha que luego convertirían en llama otros locos como ellos que deslumbrados por el brillo cegador de una música radicalmente nueva intentaban reproducir aquella excitación en medio del vacío más absoluto: no había discos, nadie enseñaba cómo tocar aquellos acordes endemoniados, los pocos instrumentos que aparecían por “Jolper” eran infrasónicas copias españolas de los originales y los adultos no entendían absolutamente nada.

Uno de aquellos locos era Daniel Bouzo, que después de ver a “Los Cramps” teloneando al “Dúo Dinámico” en una plaza de toros portátil montada para las fiestas, decidió que si aquellos chavales de su ciudad podían hacerlo, él no iba a ser menos. Compró la tercera guitarra eléctrica que atronó la ciudad y se dedicó a buscar cómplices.

Algunos de aquellos primeros intentos fueron apoteósicos: en un local parroquial del barrio del Puente hicieron su aparición armados hasta los dientes: la antedicha guitarra enchufada a una radio en la que de vez en cuando se entrometía una emisión cercana, una guitarra española con sólo cuatro cuerdas que hacía de bajo, un batería y cantante que se las veía con una caja y un plato ¡y un bailarín!

Otros lo llamarían inconsciencia, pero yo prefiero verlo como un equivalente primitivo del espíritu punk más emprendedor. Ya saben, aquello de “hazlo tú mismo”, “no esperes a que los demás lo hagan por ti”. Finalmente Daniel lograría fichar al guitarra rítmica de “Los Cramps” y dar forma definitiva a los “Ben Posta”, que guiados por Shadows y Spotnicks acabarían grabando en 1965 un trepidante EP nada menos que en Regal-EMI, compartiendo escenario, y triunfando, con los Sirex y media docena de grupos más en un abarrotado Pabellón de los Deportes de Barcelona.

En Barcelona pasaron seis meses, con apariciones en radio y televisión, allí estaba grabado su disco y se notaba. Nada que ver con el lo-fi de “Los Murciélagos”. Todos los que ahora andan flipados con el revival del sonido instro-surfero de los sesenta deberían escucharlo, especialmente una pieza llamada “Moscow Nights”, propulsada por una batería a lo Ventures y una guitarra de la que Hank Marvin estaría orgulloso.

Si alguien se pregunta por la razón del nombre debería saber que el primitivo local en el que el Padre Silva empezó su obra, muy cerca de la antigua cárcel, era centro de reunión de los que tenían las antenas dirigidas a las nuevas ondas. Entre ellos Manuel Soto, el futuro alcalde de Vigo, que por aquel entonces lucía un tremendo tupé y respondía al nombre de Presley.

Además, el propio Padre Silva se encargó de financiar la adquisición por el grupo de instrumentos como Dios manda, nunca mejor dicho. Por cierto, y antes de que me olvide, ¿alguien sabía que el “Dúo Dinámico” compuso el eurovisivo “La, la, la” en el Hotel Barcelona durante una de sus visitas? Sí, sí, no pongan esa cara, en el mismo Hotel Barcelona que acaba de cerrar. No estaría mal que, si al final lo reforman, pusieran una placa conmemorativa en la puerta de la habitación en la que Ramón y Manolo concibieron el tema que derrotaría al mismísimo Cliff Richard en el Festival de Eurovisión.

“Nueva Democracia”, tremendo nombre para el año 1970, es la culminación de una historia que comienza cuando “Los Dráculas” ganan el “Micrófono de oro”, concurso organizado por “La Voz del Miño” que tenía como premio la grabación de un single. Ya hemos citado un par de veces a “La Voz del Miño”, ahora Radio Nacional, y tenemos que volver a hacerlo, porque casi resulta increible recordar que por aquel entonces organizaba los domingos por la mañana conciertos de grupos locales en el salón de actos del edificio de la Sindical, en donde estaba ubicada entonces, y los retransmitía ¡en directo!

Al llegar a Madrid “Los Dráculas” cambian de nombre, quizá a sugerencia de la casa de discos, y se convierten en “Los Posters”, nombre absolutamente Pop que concuerda mucho mejor con el contenido de los dos singles que llegaron a publicar en los años ´67/´68. Cuidadísimos arreglos vocales, apoyo de metales y cuerdas y esporádicos arañazos de guitarra fuzz que arropaban inocentes historias de amor importadas de las listas de éxito británicas y americanas de la época, de las que su momento más conseguido es “Mundo maravilloso”, la cara A de su primer single.

No andaban muy lejos de lo que “Los Ángeles” hacían por aquellos días, pero, por las causas que fueran, no tuvieron el éxito que merecían, como tantos otros contemporáneos suyos. En 1969 los ficha Alfonso Sainz, de “Los Pekenikes”, para su sello Guitarra, y al año siguiente publican su mejor trabajo, un single con dos canciones, “Hey, Hey” y “Sentimental girl”.

Su buen gusto por las armonías vocales permanece intacto, pero ahora predominan las guitarras acústicas, y la eléctrica tiene un delicioso aroma californiano, especialmente en “Hey, Hey”. Ese año no paran de tocar, el disco suena con cierta frecuencia en la radio, pero no tardan en tirar la toalla y volver a casa. Seguro que en sus cinco años en la capital del reino acumularon historias para contar el resto de su vida.

Había muchos más grupos que no llegaron a dejar nada grabado, como la mayoría de los que por aquel tiempo florecieron en toda España, pero que seguro aportaron a la ciudad un grado de excitación juvenil desconocido hasta el momento. Eran “Los Wagners”, “Los Volcanes”, “Los Poker” de Carballiño, “Los Evers”, “Los Meteoros”, “Los Dedos”, “Los Lados”, “Los Nodos”, “Los Gringos”...

Grupos efímeros, con muchos cambios de formación e intercambio de miembros, algo que se convertirá casi en una seña de identidad en la escena local hasta nuestros días, como lo será también la deriva de los músicos hacia las orquestas de baile, posiblemente inevitable pero absolutamente perniciosa para la formación de una escena estable.

Los primeros discos se compraban en Quintairos, en las Galerías Centrales, cuyo dueño prestaba apoyo incondicional a los grupos locales, y también en Bazar Puga o Electrodomésticos Ventura. En el Parque de San Lázaro se intercambiaban noticias y se enseñaban acordes y canciones, en los locales parroquiales se improvisaban los primeros conciertos al amparo de la incipiente apertura eclesial; más tarde los mejores grupos llegarían a infiltrarse en la programación del Auria y La Bilbaína, salas emblemáticas en las que se podía escuchar de todo, desde rock´n´roll hasta revista.

También en las fiestas del Corpus y en el “Festival del Miño”. La cafetería más ye-ye era Mayka en la zona del Parque, y en la Alameda Moroko y, sobre todo, Lady Rois, en cuya solicitadísima sinfonola podías llegar a esperar hasta una hora a que sonara tu canción. A finales de los sesenta abriría en la calle Dr. Fleming la primera discoteca de la ciudad, Mr. Flinn, en la que el mítico Majarón reinaría sobre los platos, y que luego como Long Play, en los setenta, y hoy como Rock Club, continuaría siendo uno de los centros neurálgicos del Burgas Beat más underground.

Quedan muchas historias en el tintero, historias de pioneros en tiempos difíciles para la expresión juvenil a los que tanto tenemos que agradecer los que ahora nos dedicamos a esto del rock o pop o como se llame, todavía mirados desde arriba después de tantos años. Historias ocultas que ningún historiador se encargará de descubrir, ocupados en otras quizá más importantes, pero que como una invisible corriente subterránea van dejando su huella en el carácter de una ciudad todavía apática e indolente.

Nota: Este artículo no habría sido posible sin la entusiasta y desinteresada colaboración de Daniel Bouzo y Luis Vázquez. Gracias.

Autor: Carlos Rego

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